El origen de los tamales, gracias al intercambio cultural y comercial, se remonta a cuatro mil años en civilizaciones de México y de otras regiones Centroamericanas, expandiéndose al resto del continente.
Los tamales son una herencia familiar y forman parte de la cultura costarricense, son elaborados con maíz nixtamalizado, que ha sido cocido en agua con ceniza, lavado y molido, técnica que ha sido usada desde el Preclásico Medio y ha permitido mejorar la reserva del grano seco a lo largo de los años.
Aunque actualmente en muchos casos se emplea harina de maíz industrializado, hay que recordar que existe una gran variedad de maíz: blanco, amarillo y morado dependiendo de la región.
El tamal más ancestral es el conocido como tamal mudo, que se elabora solamente con maíz amarillo y a la harina se le agrega sal y agua. El origen del tamal mudo está relacionado con la llegada de los españoles, quienes en la Semana Santa se abstenían de comer carne hasta el domingo de Resurrección.
Por lo tanto, para esa fiesta no se podía consumir los tamales rellenos de carne de cerdo, de pollo, pescado y mariscos, sino en algunos casos se rellenaba la masa con trozos de zanahorias, papas, chile dulce y chayote; granos como arvejas y garbanzos e hierbas aromáticas especialmente no faltaba el culantro.
Los costarricenses en su gran mayoría son católicos y conservan las tradiciones en las celebraciones, especialmente con las comidas. Actualmente, al ir a supermercados se puede apreciar la oferta de artículos especiales para la elaboración de los platillos especiales de la época, flor de itabo, canela, clavo de olor, nuez moscada, harina de maíz y otros para la elaboración de panes dulces, el bizcocho y el tamal.
A pesar de los cambios vividos durante la conquista, la gastronomía costarricense no ha perdido su herencia ancestral de los pueblos mesoamericanos, con el uso tradicional del maíz.