A partir del siglo XV en Europa, especialmente en el norte como Noruega, se inició la comercialización del bacalao, porque una vez seco y salado, era ideal para realizar grandes travesías en el mar por largos periodos.
De esa manera, cuando empezaron los viajes hacia el Nuevo Mundo, los conquistadores españoles incluían dentro de sus provisiones alimentarias al bacalao seco y salado, de esa manera fue traído a América en sus flotas.
Durante la Semana Santa en los diferentes platillos costarricenses se manifiesta el sincretismo gastronómico entre la comida indígena y la española. Gracias a la presencia de los conventos y monasterios, los religiosos trajeron sus tradiciones culinarias, incorporando los ingredientes de la región y aceptando los nuevos sabores, de esa forma crearon nuevas recetas mestizas con la influencia indígena, española y africana.
Así, en Costa Rica se dio el sincretismo gastronómico y el religioso; se impuso la religión católica y, por lo tanto, durante la celebración de la Cuaresma y Semana Santa se siguió el calendario litúrgico, que prohibía el consumo de carnes rojas y de esa manera se fomentó el consumo de pescado.
Los colonizadores españoles trajeron el bacalao y los monjes en los conventos lo introdujeron en nuestra gastronomía; preparaban y aun hoy en día se sigue elaborando este delicioso platillo; se pone a calentar una olla con agua, se añade cebolla, chayote, zanahoria, papa, chile dulce, tomillo y ajos.
Una vez las verduras estén suaves, se agrega el bacalao, que previamente ha sido sumergido en agua por horas para eliminar la sal, escurrido, desmenuzado, sin escamas y sin piel. Al estar listo, se espolvorea con un poquito de culantro.