El café para Costa Rica fue históricamente un producto de vital importancia en muchísimos aspectos. Para el desarrollo de la economía del país, para la exploración y el crecimiento de la industria gastronómica y para la crecimiento cultural de un pueblo que vivió el transcurrir de su historia con la compañía de esta ancestral bebida. Para determinar la llegada de los primeros granos de café al territorio nos remontamos hasta fines de los años 1700, cuando arribó desde la Isla de Martinica. La variedad que había llegado en ese entonces era un typica, del género arábica.
Se estima que la primera plantación de estas semillas se produjo en unas parcelas situadas en lo que hoy es la Avenida Central y la Calle -existe actualmente una placa que conmemora este hecho histórico- perteneciente al sacerdote Félix Valverde, quien la cultivó en el año 1809 y también distribuyó semillas entre sus vecinos para se sumaran a realizar plantaciones en sus casas. Se tiene registro que el día 12 de octubre de 1820, un buque llamado Nuestra Señora partió hacia el Perico, en Panamá, con lo que fue el primer quintal del “Café de Costa Rica”. La aparición del café significó para el país uno de los sucesos más importantes en la historia de su economía, ya que antes de su llegada Costa Rica era una nación sumida en la pobreza.
Por este motivo, de la mano de Mariano Montealegre, se impulsó en las décadas de 1830 - 1840 el cultivo de café generando en esta actividad un motor económico que permitió un gran desarrollo. Este suceso fue acompañado por los Jefes de Estado Juan Mora Fernández y Braulio Carrillo, quienes comprendieron rápidamente la importancia que esto iba a representar para el crecimiento de la sociedad. En 1832 se hace la primera exportación a Chile -sitio en el que solían comprar los comerciantes europeos-, donde el Sr. Jorge Stiepel, un conocido comerciante alemán que residía en Costa Rica, lo revende a Londres con el nombre de Café Chileno de Valparaíso. A partir de allí, la fama empezó a crecer hasta que el capitán William Le Lacheur logró activar el comercio directo con los puertos ingleses y viajó de Puntarenas a Londres con un cargamento de 5.500 quintales de café de Costa Rica, situación que le facilitó el posterior ingreso al mercado francés -mediante Hippolyte Tournón-.
Ya estaba decretado, el éxito internacional era una realidad y la modernización del país avanzaba en todos los aspectos: nuevas carreteras y vías de ferrocarril, correos, construcción de la primera Universidad, creación de la primera imprenta nacional, emisión de moneda, construcción del Teatro Nacional y numerosas obras que hicieron desarrollar urbanísticamente a las ciudades. Entre los años 1846 y 1890, el café era un monocultivo, es decir, era lo único que se sembraba y se exportaba en todo el país. En aquellos primeros años, los caficultores realizaban el secado en sus propios patios, descascaraban el grano con un pilón y lo guardaban para el consumo personal. El gobierno fomentaba su producción otorgando semillas en forma gratuita con la titulación de tierras para todo aquel que deseara trabajar en la producción de este éxito imparable. Con el crecimiento de la exportación, el beneficiado y la técnicas utilizadas para producir mejoraron considerablemente. En 1830 Buenaventura Espinach construyó un patio pavimentado y se construyó el primer beneficio húmedo. Estaba ubicado al sur de Cartago, en la finca El Molino.
En la actualidad el café en Costa Rica se sigue cultivando totalmente a mano y la experiencia de tantos años de producción han conseguido que se fuera perfeccionando la calidad. Con el apoyo constante de universidades y centros de enseñanza, se ha contribuido a que el este producto mantenga su prestigio y sus particularidades, para hacer de este, una marca de identidad para el país.